El fin de la vida
Tema incómodo para muchos, recurrente para mí. Esta faceta de emigrante ha revelado en mí insospechadas necesidades de control, como por ejemplo, la necesidad de dejarle las pautas a mi familia de lo que deberían hacer el día que yo deje de respirar. A pesar de lo recurrente del tema, hay cosas para las que no estamos preparados: ayer recibí la noticia de que murió un tío, bajo la desgracia Venezolana y en medio de una pandemia que tiene a todos los integrantes de mi familia encerrados en países diferentes. Mientras nos esterábamos de los detalles, mi mente trataba de procesar: se murió. M U E R T O. No más. Se acabó su vida. Terminó. Curioso cómo el peso de las situaciones hace tan complejas palabras cotidianas. Tío eligió tener una vida solitaria, y así terminó: solo. El sábado en la noche, llamó a los bomberos para avisar que se sentía mal. Aún no entiendo si lo encontraron con vida y murió en el hospital o si sólo hallaron el cuerpo. En este año tan virtual, algún brollero col...