El cadáver
Por definición, un cadáver es un cuerpo muerto de algo que ha estado vivo. En estos días caminando por las deterioradas calles de mi ciudad -que cada vez se parecen más a las calles de Ensayo sobre la ceguera y menos al país que no tuve y siempre quise tener- vino a mí una... ¿revelación?: este país es un cadáver (o al menos así lo está sintiendo mi cerebro).
En 2016 rompí el récord de gripes en mi vida, si les digo que pasé más de tres meses sin el virus, exagero. Solía culpar a la noche, a la playa, a la lluvia y después de mucha medicina decidí buscarle la quinta pata al gato, así que abrí los oídos. Por ahí relacionan la gripe con sentirse saturado de las cosas, por esto de la congestión nasal, el ahogo, etcétera; otros culpan a la tristeza, por esto de los ojos hinchados y las lágrimas inevitables. Después de mucho google, empecé a sentirme identificada y admití "estoy triste" y sumando cosas, concluí: ¿y cómo no voy a estar triste cargando tanto tiempo con este cadáver de país que me he negado a enterrar y me sigo empeñando en reanimar?.
Y no hablo de un lote de quejas habituales por todas las cosas que nos pasan, de eso estoy más que cansada, es sólo este estado de desesperanza que viene de la desidia no sólo de un gobierno, sino de gente que también va poco a poco olvidándose de sí misma. Se me acabaron los argumentos y se me acumularon las razones que dieron origen a uno de los peores sentimientos que existen: creer que las cosas son imposibles.
Ser optimista estos días se siente como ponerle ropa nueva al cuerpo sin vida y pretender que se levante, vaya a una fiesta y además baile. Hay una delgadísima línea entre el optimismo y el delirio, y ninguna frontera que te advierta cuándo te pasaste al otro lado.
Los sueños nacen para ser realidad. Un feto no es lo mismo que un cadáver, y eso no cambiará ni que nos saquemos los ojos para no verlo.
Atte.
Yo, sintiéndome derrotada.
En 2016 rompí el récord de gripes en mi vida, si les digo que pasé más de tres meses sin el virus, exagero. Solía culpar a la noche, a la playa, a la lluvia y después de mucha medicina decidí buscarle la quinta pata al gato, así que abrí los oídos. Por ahí relacionan la gripe con sentirse saturado de las cosas, por esto de la congestión nasal, el ahogo, etcétera; otros culpan a la tristeza, por esto de los ojos hinchados y las lágrimas inevitables. Después de mucho google, empecé a sentirme identificada y admití "estoy triste" y sumando cosas, concluí: ¿y cómo no voy a estar triste cargando tanto tiempo con este cadáver de país que me he negado a enterrar y me sigo empeñando en reanimar?.
Y no hablo de un lote de quejas habituales por todas las cosas que nos pasan, de eso estoy más que cansada, es sólo este estado de desesperanza que viene de la desidia no sólo de un gobierno, sino de gente que también va poco a poco olvidándose de sí misma. Se me acabaron los argumentos y se me acumularon las razones que dieron origen a uno de los peores sentimientos que existen: creer que las cosas son imposibles.
Ser optimista estos días se siente como ponerle ropa nueva al cuerpo sin vida y pretender que se levante, vaya a una fiesta y además baile. Hay una delgadísima línea entre el optimismo y el delirio, y ninguna frontera que te advierta cuándo te pasaste al otro lado.
Los sueños nacen para ser realidad. Un feto no es lo mismo que un cadáver, y eso no cambiará ni que nos saquemos los ojos para no verlo.
Atte.
Yo, sintiéndome derrotada.
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