El astronauta y el buzo

Creo que esta imagen me quedó de alguna de esas horas divagando en Pinterest, me flechó al instante y la dejé de wallpaper.

Me inspira tanto imaginarme la historia detrás... me gusta pensar que yo soy el astronauta y que el buzo es mi soulmate. Me gusta pensar en que no nos hemos encontrado porque mientras yo floto en el universo de las ideas, pululo planetaria y etérea por la vida, él está sumergido en las profundidades de sus emociones, indagándose, descubriéndose, o entregado a algún proceso que lo está entrenando con la misma presión que si estuviera bajo la intensidad del agua.

Tal vez ya nos hemos visto, pero cada uno está enamorado de (o acostumbrado a) su manera de flotar y no piensa renunciar a ella para poder permanecer en otro lado. A mí me da miedo el agua, no sé nadar, ni flotar, menos saltar a lo profundo, pero adoro volar (dentro de lo que permiten las posibilidades humanas) así que proyecto que a mi soulmate le produce incomodidad la idea de imaginarse en el aire. 

Imagino al astronauta invitando al buzo a conocer las estrellas, las galaxias, contando las historias de las constelaciones, a ver cuán pequeño es todo desde la luna, a lanzar cosas a un hoyo negro, sólo por diversión. Imagino al buzo hablando de lo profundo del mar como en tono de competencia, para hacerle ver al astronauta que del otro lado hay también cosas maravillosas, apreciables en todo su contraste: desde esos monumentos a historias perdidas y sueños muertos que son los barcos hundidos, hasta el milagro de la vida en cada criatura que se deja ver en el viaje. Me imagino sus ojos brillar al mencionar a las medusas peine

Ojalá que, finalmente, puedan coincidir: que el buzo pueda volar y que el astronauta pierda el miedo a la profundidad. Ojalá que entiendan que pueden disfrutar de lo mejor de ambos mundos si se aventuran juntos.


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