Año nuevo, paja vieja
De todas las celebraciones bobas que existen, la única que para mí sigue siendo un asunto serio es año nuevo. Pasaron muchos años y yo siempre me mantuve leal a mis supersticiones, con una constancia que francamente me reservo para pocas cosas. Lo básico (según yo) eran zapatos nuevos para augurar buenos pasos, colores vivos para las energías, las uvas para los deseos, la casa impecable y lista para recibir cosas buenas, las cuentas pagas para no arrastrar deudas, efectivo en los bolsillos, 0 ropa interior (nunca pude decidirme por un color), pasaporte bajo el brazo... en fin, hacer mi parte: ese esfuerzo para motivar al universo a encargarse de todo lo demás. 2016 fue distinto. Supongo que después de un año de tanto contraste y tanta roncha, entendí que tenía una concepción bastante estrecha de muchas cosas y empecé a demoler ideas para construirme otras nuevas. A pesar de la intensa crisis que tiene completamente cagado a nuestro país, me sentí 1000% incómoda con comen...