Que el cielo es un lugar al que iremos cuando se acabe la vida es lo que nos enseñaron a muchos cuando éramos niños. La primera vez que supe de esto, fue cuando pregunté dónde estaba mi abuela Susana y me respondieron que se había ido para allá. Ni siquiera me impresionó esta noticia (incluso es probable que mini-yo sólo respondiera "ok"), ya que no tenía claro qué era la muerte, y pues ¿qué tan malo podía ser mudarse?. Cuando Mufasa murió, luego apareció en forma de nube para hablar con Simba, y de esa conversación entendí que aún estando tan lejos no se había perdido de nada, ergo, no había una verdadera ausencia. Entonces todo bien, nunca creí en la pérdida hasta que empecé a extrañar y entendí (finalmente) que el morir no era asunto de hasta luego, si no de adiós, sin apariciones en nubes ni presencias invisibles permanentes. ¿Por qué esta historia no termina aquí? pues, porque todo este dilema me había dejado una fascinación: el cielo. Empecé a pasar segundos,...